Menudo año que entra arrasando con fuerza. Los eneros son poderosos, parece que la gente empieza a ponerse las pilas y quiere conseguir todos los propósitos. Pero claro, a veces se nos olvida que por mucha buena intención, si no nos dejamos sentir y escuchar bien a nuestra voz interior, podemos acabar persiguiendo cánones absurdos que no van a ninguna parte y además que difícilmente pueden hacernos más feliz.

Hoy me gustaría hablarte de tres heridas fundamentales que hacen que se nos haga más complicado para sintonizar nuestra voz:

1-la herida de querer ser la mejor
2-la herida de querer ser más inteligente
3-la herida de querer ser la más buena.

La primera herida está relacionada con el perfeccionismo extremo, la obsesión con destacar, con ser amada por ser perfecta, con la visibilidad  y el éxito y también con el deseo fantasioso de cumplir con los cánones de belleza y éxito que marca la sociedad. Si nos dejamos llevar por esta herida podemos desarrollar diferentes trastornos alimentarios, e incluso trastornos mentales, como la ansiedad o la depresión. Está herida forma parte en mayor o menor medida en todas nosotras, la cuestión es ser conscientes hasta que punto nos toca y de qué manera nos relacionamos con ella.

La segunda herida tiene que ver con considerarme boba, y la necesidad de demostrar a quien se ponga por delante (normalmente al padre) de que soy inteligente. Le pasa a las personas que necesitan estudiar muchas carreras, cursos, y coleccionan títulos. La obsesión reside en tratar de demostrarnos a nosotras mismas que no somos tontas y que podemos entrenar el intelecto como cualquier otra. El problema surge cuando después de llevar a cabo tantos estudios, no llegamos a encontrar la felicidad allí porque seguimos sintiéndonos igual de vacías.

La tercera herida tiene que ver con exigirse extremadamente moral, ser buena a toda costa, complacer a todo el mundo e intentar cumplir todas las expectativas que los demás tienen sobre nosotras. Suele ocurrir a personas que se lanzan a misiones para ayudar a los demás y que nunca les es suficiente lo que dan aunque les cueste mucho sacrificio e incluso la salud.

Estas tres heridas se corresponden con un núcleo central: la incapacidad de vivirnos tal y como somos, y amarnos tal y como somos.
Y me pregunto, ¿qué pasaría si nos dejáramos en paz? Si fuésemos consciente de nuestra herida, si supiésemos curarla el tiempo que sangra, si sabemos que tiene tendencia a sangrar esta u otra época del año, que sin esa herida también somos válidas, buenas e inteligentes como ninguna otra mujer.

Me lo pregunto seriamente y cada vez más, te confieso que yo he sufrido las tres heridas, unas más que otras pero he podido reconocerme en cada una, incluso en ciertos periodos de mi vida donde estaba especialmente vulnerable.

¿Dónde te encuentras tú ahora? ¿Qué herida notas más sensible?

Y como quiero que también me veas y me escuches, antes de irme, me gustaría que dejarte esta charla con mi querida Gemma Pinilla, puedes cotillear el artículo completo aquí.
Es una charla para entender que a veces el crecimiento personal va de sobrado y que lo más honesto es reconocer nuestra herida y aceptarla.

Me encantará leerte en los comentarios.  

Un abrazo enorme