Resbalarse y darse un hostión contra el suelo.
Perder el equilibrio por enésima vez.
Sucumbir ante el drama
y hacerte un enredo mental que se convierte en esguince.
Pero éste es invisible. No se ve, en cambio te arrastra y te duele 
como una operación a corazón abierto. 

Caes otra vez en la misma trampa. 
Recuerdas que la especie humana es la que tropieza dos veces con la misma piedra. 

Y entonces, sabes que es momento de ejercitar la compasión hacia ti misma. La que te permite tener tantos fallos como amaneceres puede regalarte la vida. 

Capítulo 6: La Inmersión. Tienes derecho a caer, otra vez. 

Todo es cíclico. Las estaciones, las modas; el nacimiento y la muerte; la niñez, la etapa adulta y la ancianidad. Todo se repite en un perfecto patrón diseñado muy inteligentemente. De eso, no hay duda alguna. Pero la realidad es que una nunca está de acuerdo en que una crisis se repita sin más. Que cumpla con un ciclo.
A una le parece insólito e injusto.
¿Cómo es posible que no haya aprendido la lección?
¿Cómo es posible que no me dé cuenta y esté en las mismas?
Debería haber previsto este cambio de dirección. Pero las circunstancias te vuelven a atravesar hasta lo más profundo.
Y entonces llega la culpa, la sensación de incapacidad, el remordimiento por no entender que a veces, vuelves a caer hondo y no hay culpables a la vista.

Entras en instagram, y los mantras rezan que tú puedes con todo, que no hay límites y que todo es por tu bien. Te cagas en quién ha escrito semejante sandez. Porque esa no tu verdad ni la verdad de muchos seres humanos.

Lo cierto es que nos caemos cientos de veces o por el mismo motivo o por razones diferentes.
Que la batalla es un trabajo diario y a que puedes perderla por un rato aunque te resquebraje entera.
Que tienes derecho a caer tantas veces como necesites porque la vulnerabilidad forma parte de tu condición. Grábatelo a fuego. La condición humana es poderosamente vulnerable. Primero porque todo se compone de ciclos y no puedes estar arriba todo el tiempo, aunque te lo exijan o aunque te lo exijas a ti misma. Y segundo porque justo en las repeticiones puedes hacerte una maestra de aquello que no funciona.

Tienes el santo derecho a caer,
a sentirte mal,
a culparte por ello y a sentirte débil e indefensa.
No obstante, hay algo muy necesario y sanador: la conciencia de que aunque estés en el suelo, puedes levantarte más o menos titubeantemente y volver a hacer el intento.
Un deportista de élite ha caído tantas veces en el mismo error que se ha especializado en reconocer cada una de sus infinitas partes para esquivarlo como una gacela. No es mejor que nadie, pero esa medalla, ese reconocimiento, lo único que dice es que ha sorteado tantas caídas que se sabe los trucos para otearlas en la distancia y verlas venir.
Si aún no eres capaz, no importa, porque te estás perfeccionando en el sutil arte de reconocer las jugadas que no funcionan para ti. Y eso ya es suficiente.

La jugada maestra no es acertar a la primera, es caer tantas veces como sea necesario para darte cuenta de dónde está el error de perspectiva y corregirlo con el tiempo. 

El cuarto código de la Inmersión: 
Tienes el derecho a caer tantas veces como necesites. No eres un robot. Eres humana

Te amo infinitamente.

Gracias por estar al otro lado,