Pero qué empeño. Que necesidad de recrear un ideal.
Algo que sea extraordinario, que te saque de la ordinariez. 
La rutina se hace estridente. 
El ritmo vital es extenuante. 
Lees esos libros como queriendo descubrir eso que anhelas. 
Cocinas esa receta esperando ese aplauso. 
Pero no hay nadie. 
Nadie está para aplaudirte, ni para alabarte,
ni para decirte lo bella que eres, y que sin ti no podría vivir. 

Las vacaciones en tu lugar favorito puede que este año se suspendan por fuerza mayor. Ya sabes por qué. 
No puedes sumergirte en el mar ahora mismo, ni nadar a braza como te encantaría. 
Pero sigues emperrada en construir ese paraíso prometido. 
Tu edén reúne una serie de condiciones inalcanzables. Más mejor, más, mejor, a 150 km, a 150 mil kilómetros. Mar, montaña, arena, volcán. 
Pagarías todo lo que tienes por escapar de dónde estás. 
Porque piensas que donde estás no es tierra fértil.

¿Cómo es tu paraíso?
Piénsalo bien. 
Date un momento. 

¿Es algo externo a a ti? 
¿Necesitas dinero para obtenerlo?
¿Necesitas desplazarte?
¿Necesitas algo más de lo que necesitas de normal?
¿Necesitas que el espejo te devuelva otro cuerpo, otro rostro?
¿Necesitas que tu cuenta bancaria tenga más ceros?
¿Necesitas tener menos arrugas?
¿Necesitas escuchar lo que tu mente quiere escuchar?
¿Necesitas un trabajo diferente?
¿Una casa diferente? 
¿Necesitas otro ritmo vital?

¿Cómo es tu paraíso?
Piénsalo bien.
Date algo más que un momento. 

Imagínate que tu paraíso se convirtiese en realidad. Ahora mismo. Que se te ofreciese porque sí. Con todos esos necesito cubiertos de un plumazo. 

¿Y ahora qué?

Quédate en ese paraíso prefabricado de necesidades. 
Míralo bien. ¿Qué pasaría?
¿Sufrirías por perderlo?
¿Surgirían nuevas necesidades?
¿Te aburrirías y buscarías un nuevo paraíso?

O, no, ¿o sería la panacea y serías feliz para siempre?
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Una vez construí un paraíso para vivir en él. Y quedó sellado por mis interpretaciones. Quedó bloqueado por mi testadurez. Quedó sin movimiento por mis caprichos. Quedó sin vida por mi estrechez de miras. 

Un día se detonó. Se hizo añicos. Jamás lo volví a ver. 
Durante mucho tiempo creí estar desterrada de mi paraíso.

Pero olvidé que siempre había estado en él. Aquí y ahora. 
Sin más pretensión de lo que la vida me ofrece en este instante. 

Puede que la vida no sea mi paraíso ideal, pero es el edén de este instante. Y nadie llega tarde a este instante. 

EL 19ª CÓDIGO DE LA INMERSIÓN: TU PARAÍSO ES AHORA. 


Te amo infinitamente,